miércoles, 17 de septiembre de 2025

SIETE VIDAS

«Con el rumbo que llevaban las cosas, decidí usar las siete vidas de una vez.»

"The way things were going
I decided to use all nine lives at once"
Text and image: @mars_black

martes, 16 de septiembre de 2025

¡ESCUCHA!

Jueves, 18 de septiembre

19h - 10€
CRUCE: arte y pensamiento
calle Dr. Fourquet 5 - Madrid

Fotos: Desconocidx
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Luis Lamadrid
Foto: Negro&Blanco
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Blanca Regina, Victor Saiz & Luis Lamadrid
y  
Adi Schwarz y CIA Adi Schwarz Dance Project

¡Escucha! presenta una sesión en dos actos.
Un primer encuentro de Blanca Regina, Victor Saiz y Luis Lamadrid, con improvisación sonora y visuales donde usarán samplers, modular synths, voz, objetos, computer, visuales y performance.
Y un segundo acto que nos ofrece un extracto de la obra Boys In The Sand que la compañía Adi Schwarz Dance Project estrenará el 25 de septiembre en Teatros del Canal con música de Victor Saiz.


 Blanca Regina
 trabaja con sistemas de composición espontáneos creando paisajes multimedia utilizando voz, objetos, electrónica, paisajes sonoros y visuales. Blanca Regina siempre tiene algo con que sorprendernos, y esta vez todo indica que pasará lo mismo, es decir, algo que no es lo mismo. 
blancaregina.com unpredictable.info


Víctor Saiz
es compositor y artista sonoro. Su trayectoria se ha desarrollado entre la música electrónica experimental y la creación sonora para danza contemporánea. Ha vivido y trabajado en Madrid, Estocolmo y París, colaborando con coreógrafos, instituciones de investigación musical y sellos independientes. Su práctica actual se centra en la performance en vivo, el trabajo con objetos sonoros y la exploración del sonido como espacio habitable.
CV Link aquí

Luis Lamadrid
Videoartista de largo recorrido, Luis Lamadrid colabora, ya en los años 80 del siglo pasado, estrechamente con Francisco Utray, con quien presenta el video Excusa racial en ARCO 89. A final de esa década, estudia con Nam June Paik en la Kunstakademie de Dusseldorf. Desde entonces, su trabajo se ha presentado tanto en España como en Korea, Alemania, Francia, Argentina y Peru, entre otros. Reside en Madrid.
https://luislamadrid.es/home_es.html
 

Adi Schwarz
A través de Boys in the Sand’,  explora la suavidad, la fragilidad y la feminidad dentro del cuerpo masculino en el mundo actual, entrelazando ecos del pasado, realidades del presente y visiones del futuro”. Boys in the Sand es un trío de danza, inspirado en la película homónima de 1971 de Wakefield Poole. Como artista queer, considera crucial interactuar y cuestionar las narrativas que históricamente han censurado ciertas expresiones de amor y deseo. 
https://www.adischwarz.com

lunes, 15 de septiembre de 2025

DOS PUNTOS LUMÍNICOS EN EXPANSIÓN (II)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 2:

El estallido no comenzó con ruido, sino con una dispersión de líneas, fibras, partículas. El azul y el naranja se repelían y se atraían al mismo tiempo, como dos organismos que no pudieran sobrevivir sin desgarrarse mutuamente. El espacio alrededor dejó de ser neutro: vibraba, temblaba, respiraba con ellos. No era una colisión, era un diálogo convulso, un lenguaje de filamentos que buscaban colonizar la oscuridad. Quedamos atrapados en medio, observando cómo el aire se llenaba de caminos incandescentes. La expansión era el único modo de existir, de sobrevivir.

©Nitrofoska

domingo, 14 de septiembre de 2025

DOS PUNTOS LUMÍNICOS EN EXPANSIÓN (I)

Texto e imagen: Nitrofoska
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Fragmento 1:

Avanzar era elegir un ángulo de sombra. A la izquierda, la luz quemaba, a la derecha espesaba en rojo. Ambas salidas conducían hacia arriba, hacia el exterior, como si la ascensión fuera la única vía. El aire olía a piedra caliente, a encierro, a túnel sin regreso. Nadie hablaba de lo que había más allá: se trataba de atravesar los peldaños con la certeza de que el resplandor nos deformaría la piel. La claridad no era promesa, sino amenaza. Dos escaleras idénticas, dos muros enfrentados, un destino común: perder los contornos en la vibración incandescente.

©Nitrofoska

sábado, 13 de septiembre de 2025

UN NUEVO DÍA

Buenos días, habitantes.

Foto: Jason Chan
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viernes, 12 de septiembre de 2025

I AM A ROBOT

Imagen: Nitrofoska
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jueves, 11 de septiembre de 2025

3ª FIETSA DISXÉLICA

Hola, habitantes. Decirles que pasado mañana se celebra la 3ª edición de la FIETSA DISXÉLICA, un evento ideado y organizado por el incombustible organismo bicéfalo NEGRO&BLANCO.

Con el Rock disléxico de... PVP y ESQTM (El Señor Que Te Molesta) 

Coordenadas: Sala Wurlitzer, sábado 13 de septiembre, 21:30h

¡A disfrukanta, hunomaides!

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miércoles, 10 de septiembre de 2025

HOLA, HABITANTES

Buenos días, habitantes. A disfrutar.

Foto: Mimisme
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martes, 9 de septiembre de 2025

UN HIPOPÓTAMO Y UNA NIÑA

Imagen: Nitrofoska
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Un hipopótamo y una niña
juegan en el parque que hay delante de tu casa.
Los miras a ambos y no sabes lo que significa.
Crees estar soñando,
porque no es habitual ver ahí,
a esa hora en que la niebla confunde las siluetas,
esa hora en que los fantasmas se pasean por la ciudad
a un hipopótamo y una niña.
No es habitual ver en el parque frente a tu casa
a un hipopótamo y una niña.

Tal vez sea por eso, por la niebla
por lo que no sabes si se trata de un sueño,
no sabes si el hipopótamo es de carne y huesos
o de hielo,
ni a quién pertenece esa tímida sonrisa.

¿Quién es esa niña
vestida como de domadora?
Con una malla de domadora, en todo caso,
y con un pequeño látigo en la mano que,
piensas,
aunque ella decidiera descargarlo contra la bestia
no le haría ningún daño,
tan solo una caricia
para ese enorme animal
que es el hipopótamo
que tiene delante,
que tienes delante.

El hipopótamo que siempre te vigiló.
Y te vigila. De cerca.
Ese hipopótamo que te rebasa
con su masa encefálica irrisoria, sí,
pero ojo,
con una masa corporal que da miedo,
que aterra.

Es en ese momento del alba
en el que te embarga un profundo temor por la niña
y por ti misma también,
porque en verdad tal vez seas tú la niña
y esto no se trate de ningún sueño,
sino de la vida,
que pasa frente de ti,
ahora.

Y esa es la historia de tu vida,
ojos llorosos
y bastante miedo en general
ante los acontecimientos
que estallan a tu alrededor.
Incluso ante los incidentes
sobre los que no puedes hacer nada,
sucesos que van a acontecer
sin que tú tengas la más mínima posibilidad
de cambiar su rumbo o de evitar que tengan lugar.
Son los que más te aterran,
te cortan la respiración
esos episodios oblicuos,
dentados,
con la boca abierta
y dispuestos a masticarte,
a partirte en dos bocados.

Qué hermosa tu sonrisa
cuando deseas ser gentil,
cuando quieres salir a pasear
y ver la puesta del sol en el templo de Debod
y más tarde masticar una ensalada de rábanos
y zanahorias canallas
en un garito vegetariano
pero de rock and roll,
subrayas.
Porque ahora cuidas tu alimentación,
cuidas lo que comes
y lo que respiras por la nariz,
oxígeno plantígrado afable
y nutritivo
que te hace sonreír bien. Buena sonrisa.
El oxígeno también emborracha.
No sé a quién se lo escuchaste,
pero no te cansas de recordarlo,
de repetirlo,
el oxígeno,
esa sustancia inodora
e insípida
que inhalas sin cesar,
ojo, que también emborracha.

La vida emborracha.
La vida te vuelve loco.
La vida tiene un morbo inmenso,
repleto de egos
y destierros
y nenúfares que flotan
sobre los estanques más oscuros
y tenebrosos
del alma.
Nenúfares rojos
y nenúfares morados
y nenúfares tiernos
que sucumben a dentelladas de hipopótamos ineptos.
Ni siquiera es que sean unos cabrones
o desalmados
los hipopótamos que arruinan
tus maravillosos nenúfares.
Se trata tan solo de hipopótamos despistados,
solo eso.

Y eso, eso, eso es lo peor,
te dices,
porque podrían haber evitado con facilidad
cagar sobre tus nenúfares de cielo y oro.
Solo con desviar un poquito el orto
habrían cagado en ese retrete maltrecho
que se ve ahí al fondo,
tan ricamente,
de un tirón,
mierda infalible y victoriosa.
O incluso podrían evacuar su ira
sobre los coloridos nenúfares
de otra personita.
Eso también es posible.
Que cada cual se haga cargo de sus propios nenúfares,
concluyes
con dignidad y aparente sosiego.

Aparente porque
se te ve muy alterada, querida.
Por los hipopótamos,
por los átomos acrósticos,
por las miradas sin rumbo,
por los deseos mancillados
y las ilusiones maltrechas
y el gavilán inflamado y herido.

¿Pero es que tanto cuesta mirar a los ojos cuando pides algo?
¿Es que tanto cuesta dar las gracias?
Te preguntas en cada ocasión
en que tu suerte se ve ultrajada,
ofuscada,
apabullada y untada de caca maloliente.

Va a resultar que no hay forma de salir bien parado
de esta trampa circular que es la vida alquilada,
la vida de marmota y zombi,
la vida en la que tu tiempo lo alquilas,
lo vendes,
lo mejor de ti mismo,
de ti misma
se lo quedan otros por unas pocas migajas,
por techo, comida y unas vacaciones pagadas.
Bueno, eso de pagadas es un decir,
porque lo que es a ti te cuestan un riñón.
El riñón derecho o el izquierdo,
el que prefieras,
pero en cualquier caso
un riñón con nombre y apellidos, patentado.
Porque mira tú qué función tan esencial
ejecutan los riñones,
que filtran, te filtran
los fluidos, principalmente,
pero también algunos sucesos,
y todo reaparece poco después
en tu mente centrífuga y expansiva
de manera más digestible,
más humana.

Pero el hipopótamo no es humano.
Él escapa de la furia limpiadora de tu riñón.
Y además mira tú qué dientes tiene.
Centrífugos también,
sus dientes.
Una odisea dental.
Colmillos que gotean sangre
y cabalgan sobre tu lomo
repleto de hipótesis
sobre los nenúfares
y los hipopótamos,
que lo veas como lo veas
no son los responsables
de las cagadas que te sepultan,
de toda esa mierda que se acumula
en las cenagosas orillas
del mundo hediondo en el que vives.

Puede que un látigo diminuto no sea suficiente arma
como para detener las dentelladas de un hipopótamo
de ese porte,
de ese calibre.
Sabes bien que para este trabajo vas a necesitar
un rifle de repetición,
capaz de desfondar a ese plantígrado
repugnante y caduco
que debería haberse extinguido hace años.
Ese bichejo insoportable y odioso
de fuerte corpachón rojo.
Porque el sudor de los hipopótamos
es rojo.
Y cuando salen del riachuelo,
de la sucia charca en la que se bañan en pelotas
emergen rojos, flamígeros,
como una llamarada de dientes,
abarcando todas las estancias
y espacios en los que suceden los peores momentos
de tu vida.

Y he aquí la pregunta:
¿Cuáles son los peores momentos de tu vida ahora?
¿Cuáles serán en un futurosi lo permites, los peores momentos de tu vida?

Rellene la persona lectora si es tan amable los espacios en blanco:

1-…
2-…
3-…


© Max Nitrofoska

lunes, 8 de septiembre de 2025

A SEGUIR CAMINANDO. O VOLANDO

Buenos días, habitantes. ¿Cómo va la marcha, el vuelo?

Foto: Desconocidx
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domingo, 7 de septiembre de 2025

EXISTEN

Viñeta: Desconocidx
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sábado, 6 de septiembre de 2025

DÍA DEL AMOR ANDROIDE

Hoy, 6 de septiembre, 6 del 9, día del amor androide. 

69 besos.

Imagen: Mimisme
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viernes, 5 de septiembre de 2025

LA HERMOSILLA


Imagen: Nitrofoska
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Hola, habitantes. Hoy les traigo el marcapáginas que me ha encargado la librería LA HERMOSILLA, que aún no existe, pero pronto lo hará.

No, aún no existe, porque su nacimiento está previsto para HOY MISMO, viernes día 5 a partir de las 18h en la calle Hermosilla 102 de Madrid.

Bonitas charlas y seres humanos guapos que además leen libros. ¿Qué puede haber mejor para un viernes por la tarde??

Pueden seguirla aquí: @lahermosillalib

jueves, 4 de septiembre de 2025

GXZX

Imagen: Nitrofoska
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miércoles, 3 de septiembre de 2025

VERANO SIN PÁJAROS

El primer día que salimos al campo, yo no me di cuenta. Caminábamos entre los matorrales secos, las piedras desiguales del sendero, la maleza crecida por todas partes. Llevaba sandalias, un error. Me rozaban los tobillos las ramas espinosas, y tenía que mirar al suelo constantemente para no tropezar.

Éramos cinco. Habíamos alquilado la casa una semana antes, a través de una aplicación. Era barata, estaba apartada y tenía piscina. No preguntamos más. Era la forma que teníamos de decidir las cosas entonces: por impulso, sin pensar. Era agosto, el calor apretaba y ninguno quería quedarse en la ciudad. Yo tampoco.

El silencio fue lo primero que empezó a incomodarme. Era un silencio grande, plano, como una sábana extendida. No era el silencio habitual del campo, con grillos, hojas, algún zumbido. Era otra cosa. Me di cuenta en medio del paseo, cuando paramos a descansar. Nos sentamos bajo una encina y entonces lo supe. No había pájaros.

No los vimos volar. No los oímos. Nada. Ni un gorjeo, ni un aleteo. Solo el aire caliente, espeso, arrastrándose por las piedras. Me estremecí.

¿No os parece raro? —dije.

Los demás me miraron sin entender. Uno de ellos —Leo, creo— se encogió de hombros. Otro hizo un chiste. Bebieron agua, se limpiaron el sudor. No lo notaban. O no querían notarlo.

Esa noche no dormí bien. Me picaban las piernas. Las sábanas eran ásperas. La casa olía a madera húmeda, a polvo acumulado en los rincones. El ventilador daba vueltas lentas, sin convicción. En la oscuridad, sentí que algo se movía. Algo minúsculo, pero insistente. Como una vibración. Me incorporé, encendí la lámpara, miré debajo de la cama. Nada.

A la mañana siguiente, salimos a comprar pan al pueblo más cercano. Tardamos media hora en coche. Allí tampoco había pájaros. Empecé a fijarme. En los cables eléctricos, vacíos. En los árboles, callados. Ni una pluma, ni un nido. Lo mencioné en voz baja, mientras esperábamos en la cola de la panadería. Nadie respondió. La mujer del mostrador nos miró sin pestañear, con una sonrisa educada, pero tensa. Dijo: «Disfrutad del verano».

Imagen: Nitrofoska

Por la tarde llovió. Una lluvia corta, pegajosa, que no refrescó nada. Salimos a bañarnos en la piscina. El agua tenía un color raro. No turbio, pero no limpio. Como si estuviera a punto de convertirse en otra cosa. Alguien puso música desde el móvil. Reíamos, fingíamos normalidad. Pero el aire seguía mudo.

Esa noche, al cerrar las ventanas, vi algo.

Un bulto blanco entre los árboles. Inmóvil. Como esperando.

No le dije nada a nadie. Cerré la ventana con cuidado y me acosté de lado, con los ojos abiertos. El bulto seguía ahí. Pensé que podía ser una piedra, una bolsa, incluso un animal dormido. Pero lo que fuera no se movió. Ni un temblor, ni un soplo.

A la mañana siguiente bajé antes que los demás. Salí al jardín fingiendo que iba a recoger las toallas. Desde ahí se veía parte del bosque. El bulto ya no estaba. Lo que sí encontré, junto al seto, fue un ala. No entera. Un ala suelta. Como de gorrión. Sin sangre, sin cuerpo. Solo el ala, caída como una hoja.

La metí en el bolsillo y no la enseñé.

Los días empezaron a deformarse. Las conversaciones eran banales, pero tensas. Todos hablaban un poco más bajo. Las bromas tardaban en hacer gracia. Alguien —Marta, creo— tuvo una pesadilla y gritó en mitad de la noche. No quiso contarlo. Dijo que no se acordaba. Yo no le creí.

Por las mañanas, la piscina tenía una espuma tenue en la superficie. Blanca, filosa, casi imperceptible. Nadie quiso comentarlo. A media tarde, siempre lo mismo: esa luz oblicua, amarilla, sin dirección, como si no viniera del sol sino del suelo. Empezamos a salir menos. A quedarnos más tiempo dentro. Encendíamos las luces aunque fuera de día. No por miedo, sino por una especie de instinto. Algo callado, como una regla antigua.

Leo dijo que quizá nos habían estafado, que la zona estaba contaminada, que por eso era tan barato todo. Rió, pero nadie respondió. Marta propuso irnos antes de lo previsto. Los demás dijeron que no. No había razones. Solo impresiones. Cosas pequeñas. Y ya habíamos pagado.

El día antes de irnos, fui al bosque sola. No lo planeé. Me encontré saliendo, con el ala aún en el bolsillo. La llevaba como un talismán, aunque no sabía para qué. Caminé sin rumbo. Pasé el árbol de la encina, la roca partida, el lugar donde nos habíamos detenido el primer día.

Y entonces, lo vi.

No el bulto. No un cuerpo. Lo que vi fue un círculo de tierra removida, perfectamente trazado. En el centro, un agujero. Pequeño, exacto. Como si alguien —algo— hubiera cavado desde dentro hacia fuera. No entraba luz, pero sentí calor.

No me acerqué. Solo miré.

Cuando volví, nadie me preguntó dónde había estado. Recogimos nuestras cosas. Al día siguiente dejamos la casa limpia, vacía. El silencio era más denso, como si nos despidiera.

Al entrar en el coche, metí la mano en el bolsillo. El ala ya no estaba.

Condujimos de vuelta a la ciudad en silencio. Pasamos por pueblos sin carteles. El cielo no tenía aves. Tampoco las carreteras. Ni un vuelo, ni una sombra cruzando. Me fijé con cuidado. Nadie más pareció notarlo.

Solo cuando llegamos a la autopista alguien dijo:

Este año el verano ha sido raro, ¿no?

Y nadie respondió.

©Nitrofoska

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